viernes, agosto 28, 2009

Importancia del sentido del humor en Medicina. Risa y salud. Risoterapia.

¿De que se ríe Ud. Doctor?
El sentido del humor es una capacidad única del ser humano valorada en todas las culturas. Las investigaciones sobre el h
umor han proporcionado apoyo empírico a los supuestos "beneficios" del mismo, aunque existen muchas incógnitas y falta comprobar experimentalmente la eficacia del sentido del humor.

¿Qué es el humor? Definición
El término "humor" tiene diversas acepciones en castellano, y los investigadores y teóricos que se dedican a los "estudios del humor" tampoco se han puesto de acuerdo sobre cómo definir los distintos conceptos y fenómenos de este campo.
Nosotros definimos el humor como cualquier estímulo que pueda provocar la reacción psico-fisiológica de la risa (juegos, bromas, chistes, viñetas, situaciones embarazosas, incongruencias, inocentadas, cosquillas...) y el sentido del humor como la capacidad de experimentar y/o estimular esta reacción. Dentro de la enorme variedad de estímulos de la risa, adoptaremos el término humor positivo para referirnos al tipo de humor que provoca una risa inofensiva, al menos en intención, diferenciable del humor negativo (agresivo, ofensivo, etc.). También puede hablarse de un sentido del humor positivo, que busca provocar la risa propia o ajena sin ofender o agredir a nadie, distinto de un sentido del humor negativo, que busca provocar la risa incluso a costa de los demás.

El estudio y la aplicación del humor
La risa y el humor son temas que han suscitado el interés de filósofos y científicos al menos desde los tiempos de la antigua Grecia. Actualmente, y especialmente a partir de los años 70, las investigaciones sobre el humor se desarrollan en distintas disciplinas entre las que se incluyen la Psicología, la Medicina, la Enfermería, la Fisiología, Biología, Sociología, antropología y Educación. La International Society for Humor Studies (ISHS) dispone de una publicación asociada: Humor: International Journal of Humor Research y organiza anualmente una Conferencia Internacional en relación al tema.
También está creciendo el número de personas y organizaciones dedicadas a la aplicación del humor en distintos ámbitos, como la American Association for Therapeutic Humor en el caso del humor terapéutico. En Europa y en España empiezan a proliferar algunas iniciativas relacionadas con el estudio y la aplicación del humor como Humor Aula, una reunión anual multidisciplinar promovida por la Fundación General de la Universidad de Alcalá.
En la actualidad no existe una teoría comúnmente aceptada para explicar de qué manera el humor provoca la risa, qué tipos de humor pueden diferenciarse, cómo describir las relaciones y diferencias entre estos tipos, o cómo medir el sentido del humor (Jáuregui, 1998).

Los efectos del humor sobre la salud
La idea de que la risa y el humor fomentan la salud no es nueva. En las últimas décadas algunos casos célebres de "curaciones" mediante el consumo y/o producción de material cómico, la proliferación de diversas terapias e intervenciones clínicas relacionadas con el humor y el estudio científico de estos fenómenos ha generado un considerable interés mediático y público en torno al tema. Existen algunos indicios del valor terapéutico que se atribuye al humor (reducción del estrés, elevada tolerancia al dolor, mejorada capacidad para afrontar la enfermedad, percepción subjetiva de mejor salud), pero aún es demasiado pronto para afirmar que la risa es "la mejor medicina". Todavía el campo experimental es joven y presenta deficiencias metodológicas, como escasa población de estudio, lo que obliga a ser cautos acerca de los hipotéticos beneficios (Martín, 2004). Es probable que el humor, y especialmente el humor positivo, tenga efectos beneficiosos para la salud, hay que demostrar con seguridad cuáles son, de qué manera actúan, en qué casos se producen, cuál es su peso, su extensión y sus límites.

El humor en la relación psicoterapéutica
Diversos psicólogos han recomendado el uso del humor en la consulta, argumentando que puede proporcionar importante ayuda en el desarrollo de la relación psicoterapéutica y el trabajo de crecimiento del paciente (Salameh y Fry, 2004). Según estos profesionales, el humor puede servir para establecer la relación terapéutica de manera adecuada, para orientar el diagnóstico, para facilitar la expresión de las emociones y el trabajo emocional, y para ayudar al paciente a observarse y distanciarse de sus problemas.
Diversos terapeutas han expresado serias dudas sobre la idea de emplear el humor en la consulta, e incluso la mayoría de quienes recomiendan esta práctica reconocen que puede tener alguna contraindicación si no se tiene en cuenta el momento, la receptividad y el tema escogido. En relación a estos peligros, los profesionales que recomiendan el humor en la terapia advierten que se refieren al "humor positivo", como lo hemos definido anteriormente: constructivo y no destructivo, integrador y no agresivo, orientado a la superación de los problemas y, sobre todo, adaptado al momento, al paciente y al estilo del terapeuta.

El sentido del humor en las profesiones de la salud
El humor positivo es relevante en la salud de los enfermos físicos y psíquicos, y también en la de los cuidadores –médicos, psicólogos, enfermeros, terapeutas, familiares— que deben atender a sus necesidades y fomentar su recuperación y bienestar. La atención sanitaria a menudo resulta altamente estresante, porque a las presiones, escasez de recursos y problemas asociados a cualquier trabajo se añaden situaciones emocionales límite, escenas altamente desagradables, responsabilidades extremas, peligros de muerte y otros elementos que fácilmente alteran el equilibrio mental del cuidador. Ell sentido del humor es capaz de infundir en el profesional la energía psíquica que su trabajo le exige, ayudarle a controlar y superar su impotencia, a manejar el estrés y el desánimo y a crear un entorno más saludable (Carbelo, 2005).

El papel de la risa en la ampliación y construcción del repertorio individual
Una conocida teoría en el campo de la Psicología Positiva (Fredrickson, 2000) propone que las emociones positivas pueden ampliar el repertorio de pensamientos y a
cciones del individuo y fomentar la construcción de recursos para el futuro. Esta teoría de "ampliación y construcción" (broaden and build) tiene interesantes aplicaciones en el caso de la risa.
En primer lugar, el humor positivo tiende a fomentar la construcción de los lazos interpersonales y grupales que todo individuo necesita para sobrevivir, desarrollarse y realizarse como persona y miembro de la sociedad. Pero, además, la risa (incluso en simios y otros mamíferos) estimula el juego, que supone la práctica de futuras competencias, y de esta manera permite ir creciendo y desarrollándose como individuo y miembro de la sociedad. Los niños, que aún lo tienen todo por aprender, juegan con su entorno, sus compañeros y sus cuidadores para ir aprendiendo a moverse, a percibir, a relacionarse, a comunicarse y a realizar todas las rutinas y actividades requeridas por su cultura.
Hay que destacar que en las últimas décadas, en el campo de la pedagogía, diversos autores han propuesto una mayor integración del humor y el juego en la práctica educativa, argumentando precisamente que esta metodología se adapta mejor a nuestra manera natural de aprender (Fernández Solís, 2002).

El Sentido del Humor como Fortaleza
La Psicología Positiva también se ha centrado en las fortalezas y virtudes humanas, rasgos de la personalidad duraderas y, concretamente, características positivas que aportan sensaciones placenteras y gratificación. Dentro de la clasificación de seis virtudes universales y 24 "rutas" para practicarlas desarrollada por Martin Seligman y Christopher Peterson (Ver Seligman, 2002), los autores incluyeron también el sentido del humor (refiriéndose, asumimos, a un sentido del humor positivo según nuestra definición).

Concluimos
Desde el punto de vista de la psicología positiva, el sentido del humor no se trata de un mero remedio para prevenir o ayudar a superar la enfermedad, sino una virtud que fomenta un mayor bienestar y disfrute de la vida, e incluso, como hemos visto, el crecimiento hacia una mayor humanidad y plenitud. En este sentido es relevante que diversas culturas (por ejemplo las tradiciones budistas e hinduistas) consideran que un sentido del humor positivo es tanto el resultado como la causa de un elevado nivel de sabiduría o madurez emocional.

Referencias Bibliográficas
Carbelo, B. (2005). El humor en la relación con el paciente. Una guía para profesionales de las salud. Barcelona. Editorial Masson.
Fernandez Solís, J.D. Pedagogía del Humor, en Idígoras, A. R., El Valor Terapéutico del Humor, Desclee de Brouwer, 2002.
Fredrickson, B. L. (2000). Cultivating Positive Emotions to Optimize Health and Wellbeing. Prevention & Treatment, Volume 3, 2000.
Jáuregui, E. (1998). Situating Laughter: Amusement, Laughter and Humor in Everyday Life. Tesis Doctoral. Instituto Universitario Europeo.
Martin, R.A. (2004) “Sense of Humor and Physical Health”. Special Double Issue on Humor and Health. Humor: International Journal of Humor Research, 17, 1-2.
Salameh, W. y Fry, W. (2004). El humor y el bienestar en las intervenciones clínicas. Bilbao: Desclee de Brouwer.
Seligman, M.E.P. (2002). La auténtica felicidad. Barcelona: Ediciones B.

(Buen) humor y pediatría. Dr. Sergio Zúñiga R.
Una reflexión sobre la relación médico-paciente:,el sentido del humor y el contacto con pequeños pacientes y sus familiares.


Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
Pablo Neruda "Los versos del capitán"


Para aquellos cuyo cotidiano objetivo de trabajo son los niños enfermos y más aún, tienen responsabilidades en la formación de futuros médicos y especialistas en pediatría, me parece de trascendental importancia el considerar un asunto que sin lugar a dudas ayudaría a mejorar la tan manoseada y -hoy en día- cada vez más deteriorada relación médico-paciente: nuestro sentido del humor o más bien, nuestro (buen) humor en el contacto con nuestros pequeños pacientes y sus familiares.
¿Qué entendemos por humor o en este caso "buen humor"?
Es algo más fácil de comprender que de definir. Desde que Hipócrates "inventó oficialmente" la teoría de los humores hasta nuestros días, pocos términos han sido tan propicios al caos, tan laboriosamente malentendidos. Incluso autores famosos como G. K. Chesterton, quisieron soslayarlo alegando que intentar definir el humor demostraba una "falta de humor".
Equívocos pertinaces mantienen la confusión. Uno es confundir humor o "buen humor" con humorismo y la práctica tan común de conectarlo con la risa causada por el chiste fácil o el ridículo de otra persona. El otro, el suponer que el humorismo es sólo algo así como un género literario o teatral.
El humor es una condición del espíritu que sólo atañe a la especie humana y por ende, de la que carecen los animales. No hay nada cómico fuera de lo puramente humano y no es que el hombre sea "el único ser que sabe reírse sino el único que hace reír" (Henri Bergson en "La Risa"). Existen animales cómicos pero es porque remedan algún gesto humano. En ese caso el animal sirve como caricatura del hombre. Para el filósofo francés, el efecto cómico se logra por la exageración, la sorpresa, la repetición, la rigidez. Nos hace reír lo ingenioso y lo absurdo, siempre refiriéndonos a situaciones humanas.
Los ingredientes del humor florecen en plenitud cuando una persona ha conquistado o se halla próxima a conquistar una relación pacífica consigo misma. Martín Grotjahn refiere que el humor y la sonrisa se perfeccionan e integran en los estadios finales del desarrollo humano, cuando se ha acumulado humanidad e indulgencia con lo que somos y con todo lo que nos rodea.
Así entonces, el humor es cosa muy seria. Tan seria, que su relación con la salud es estrechísima. Todos sabemos que el "estar de mal humor" no es bueno para la salud, y que el "buen humor" es sinónimo de vivir sanamente las circunstancias de la vida, incluso las más adversas. En la sabiduría popular china, un adagio dice, "para estar sano, hay que reírse al menos treinta veces al día".
La sonrisa, la risa, están presentes en el rostro humano aproximadamente desde los cuatro meses de vida. A medida que la edad aumenta y las habilidades humanas se perfeccionan, la capacidad de reír va disminuyendo. Parece irónico, pero mientras un niño de seis años ríe unas 400 veces al día, el adulto más divertido lo hace sólo unas cien veces. La mayor parte de las personas apenas ríe unas 15 veces por día.
Hace algo más de un año, la Dra. Colomba Norero, en esta misma tribuna, en un editorial sope "Humanismo y Medicina", hacía notar, que en el siglo XXI, "la medicina contemporánea ha presumido de ser una medicina científica, lo que en nuestra cultura occidental ha significado reverenciar lo objetivo, lo técnico, y a menospreciar lo subjetivo, privilegiándose de esa manera las soluciones pillantes desde el punto de vista de la ciencia, y olvidándose de la humanidad que debe rodear los actos médicos". Y en otro párrafo agregaba "es una difícil tarea, en un mundo tan técnico, tan materializado, el dar una proyección humanista a la enseñanza de la medicina chilena". En una modesta opinión, creo que una actitud concreta en esta tarea de humanizar la enseñanza puede ser, el estimular en nuestros educandos actitudes tan sencillas como el "buen humor", el trato deferente y alegre hacia nuestros pequeños pacientes. La mayoría de estas actitudes se adquieren por imitación de los docentes y por lo demás, ayudan a mejorar la comunicación.
Sin duda, muchos recuerdan sus primeras citas con el doctor. Recordamos la actitud del facultativo y su modo cordial, afectuoso, alegre, afable. La manera como se relacionó con nosotros y con nuestros padres ha dejado una marca indeleble aunque haya sido a una temprana edad o haya ya pasado mucho tiempo. La situación contraria obviamente nos ha dejado un recuerdo traumático y también inolvidable.
Ahora bien, la pediatría tiene, en fortuna, características que hacen su práctica comparativamente "ventajosa" en relación a otras especialidades de la medicina. Gabriel García Márquez en su novela, "El amor en tiempos del cólera", muy bien lo expresa a través de la reflexión de uno de los protagonistas: "su maestro de clínica infantil de La Salpetriere le había aconsejado la pediatría como la especialidad más honesta, porque los niños sólo se enferman cuando en realidad están enfermos, y no pueden comunicarse con el médico con palabras convencionales sino con síntomas concretos de enfermedades reales. Los adultos, en cambio, a partir de cierta edad, o bien tenían los síntomas sin las enfermedades, o algo peor: enfermedades graves con síntomas de otras inofensivas". Esto implica que el quehacer clínico pediátrico, se realiza "en directo", buscando lisa y llanamente, el signo o el síntoma, sin tanta suspicacia, como ocurre en la entrevista con los adultos. En nuestra experiencia personal, esto pareciera ser más sencillo de realizar con amabilidad, con alegría, con "buen humor".
Claro que con los niños tampoco esto es difícil. Los pequeños son productores "naturales" de humor, ya que no tienen "maldad" y todo en ellos es fresco, vivo y espontáneo en contraposición a los adultos de convicciones a veces tan retorcidas y rancias. La niñez es esencialmente adaptable y alegre. Situaciones dolorosas, complicadas, y aburridas son convertidas por los pequeños en placenteras y llenas de sonrisas. De mi época de residente de cirugía, tengo el recuerdo de Manuel, niño muy pobre, de unos diez años que había sufrido una lesión pélvica grave que le causó una estenosis de la vía urinaria baja, al ser atropellado en la carretera adyacente al hospital. Luego de meses de prolongada internación y de múltiples intervenciones quirúrgicas, el pequeño superó felizmente su dificultad y estuvo en condiciones de retornar a su hogar. En ese momento ocurrió el problema ya que Manuel no quiso abandonar el hospital. Hasta ese instante, en su corta existencia, sólo en muy escasas oportunidades había tenido cama con sábanas, exclusivamente para él y alimentos a sus horas. La satisfacción de esas "pequeñas" necesidades básicas le ocasionaba regocijo y alegría que obviamente no quería perder.
El pintor Pablo Picasso acudió en una oportunidad a una escuela infantil para visitar una exposición de dibujos. Al salir, comentó ¡Cómo me gustaría saber pintar como estos niños! Es claro que el maestro cubista echaba de menos la osadía y alegría de las pinturas infantiles que acababa de admirar, virtudes, que notaba que iba perdiendo con el paso del tiempo.
Ahora, ¿cómo ser más eficaces en transferir esta actitud de humor, de "buen humor" a los jóvenes?. Tal vez la cosa, antes de continuar "teorizando", comience por revisar nuestra propia actitud, nuestra conducta, nuestro modo de ser con los demás. Quizás sea necesario "hacernos verdadera y sinceramente" cada vez más como niños, tal como nos dice el evangelio, aunque los niños de hoy se vayan "haciendo" adultos cada vez más precozmente por culpa nuestra y por el mundo que les estamos dejando: una sociedad cargada de violencia y realidades agobiantes, por la competencia, la vulgaridad, el materialismo, la "comercialización" a ultranza expresada incluso, en los juegos infantiles, en "videojuegos" y entonces, antes de que sea muy tarde, nuestro rol vaya realmente en un sentido de "humanizar la vida", "humanizar nuestra vida" antes de humanizar la enseñanza de la medicina o de la pediatría.
"Las cosas por sabidas se callan y por calladas se olvidan".
Dr. Sergio Zúñiga R. Jefe Sección Cirugía Pediátrica. Facultad Medicina Pontificia Universidad Católica de Chile. Sociedad Chilena de Pediatría

Bibliografía
1.- Bergson H: La risa. Madrid: Espasa Calpe, 1973.
2.- Grotjahn M: Beyond Laughter. New Cork: McGraw-Hill, 1957.
3.- Norero C: Humanismo y Medicina (Editorial). Rev Chil Pediatr 2003; 74: 253-5.
4.- García Márquez G: El amor en tiempos del cólera. Buenos Aires Ed. Sudamericana, 1985.

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