martes, agosto 26, 2008

Luis Francisco Ladaria Ferrer, jesuita: El guardián de la fe

IGLESIA. El guardián de la fe. JUAN G. BEDOYA. DOMINGO - 20-07-2008
Luis Francisco Ladaria Ferrer, jesuita, será en pocos días el español de mayor rango en la curia (gobierno) del Vaticano, tras la jubilación de los cardenales Martínez Somalo y Julián Herranz.
No lo aparenta. Responde él mismo al teléfono, desde su despacho en la Universidad Gregoriana de Roma, y ríe con jovialidad, sobre todo cuando encuentra la manera de salir airoso de las preguntas complicadas. No quiere entrevistas —tiene ya unas 400 peticiones sin haber tomado posesión—, pero contesta con generosidad. De pronto, protesta. “Oiga, que quedamos en que no había entrevista”, se interrumpe a sí mismo.
Ríe, siempre ríe, como si ésa fuese la mejor manera de quitar hierro a su nuevo cargo, como número dos de la Congregación para la Doctrina de la Fe. ¿Cómo le suenan las palabras Inquisición, Santo Oficio, incluso hereje? Contesta serio, entre risas: “Usted me habla de situaciones y elementos del pasado. Nuestro trabajo consiste en promover la recta fe de la Iglesia. El Santo Oficio o la Inquisición no representan la realidad actual. Cuando me preguntan sobre el dogma, respondo que la misericordia de Dios, como recuerda Dante, tiene los brazos muy grandes. He aquí la clave: bondad y misericordia”.
Luis Ladaria (Manacor, Mallorca, 1944) es la contraimagen del inquisidor Torquemada, seco y duro como los campos de Castilla en agosto, el famoso martillo de herejes con los Reyes Católicos. “Ladaria no va a decir una palabra de más ni va a hacer daño a nadie. Es impensable. Tiene todas las cualidades y conocimientos para el cargo que le ha dado el Papa, pero no veo cómo imaginarlo un inquisidor. Es prudente, abierto, inteligente, serio y muy poco amante de las dignidades eclesiásticas. Estoy seguro de que se ha resistido mucho, antes de aceptar el nuevo cargo”. Lo dice Javier Monserrat, compañero de estudios del nuevo alto cargo vaticano. “Es quien mejor le conoce, estudiaron juntos también en el extranjero”, afirma Bernardino Seguí, consiliario de la Asociación de Antiguos Alumnos de Montesión, el colegio de Palma en el que estudió Ladaria.
“Te van a hacer cardenal”, venían diciéndole a Luis Ladaria sus amigos. Lo oía una y otra vez, desde hace meses. “No se me pasa por la cabeza ni la posibilidad”, pensaba. Aún lo mantiene, con firmeza. Pero va a llegar. Este próximo día 26 será consagrado arzobispo en la imponente basílica de San Pedro. Es el peldaño previo al capelo cardenalicio. Javier Monserrat, también jesuita y profesor de psicología básica en la Autónoma de Madrid, no se perderá la ceremonia. Se conocen desde chicos, cuando Ladaria llegó desde Manacor para estudiar en el colegio Montesión. “Era un alumno muy destacado, lo que podríamos llamar el primero de la clase, de los que de 25 asignaturas sacaba matrículas de honor en 23”.
La Compañía de Jesús, siempre a la caza de las mejores inteligencias para el ejército de Dios, se fijó pronto en las posibilidades del alumno Ladaria. Tuvieron que esperar algunos años. Ladaria quiso hacerse jesuita desde el colegio, pero su padre, un médico muy conocido en Manacor, le convenció para que estudiara antes una carrera civil. Así que se vino a Madrid y se hizo abogado.
Después ingresó en el noviciado de los jesuitas en Aranjuez, más los estudios de filosofía y teología en la Pontificia de Comillas. El siguiente paso fue la ampliación de estudios en el extranjero, primero en Alemania y finalmente en la imponente Pontificia Gregoriana de Roma. “Estuvimos juntos los cuatro años de Francfort, estudiando teología. Luis se preparó a fondo en lenguas clásicas [griego, latín, hebreo] y se especializó en los estudios históricos y de los santos padres”, recuerda Javier Monserrat.
Ladaria apenas ha cambiado físicamente, según sus amigos. Alto, muy delgado, casi frágil, de poco comer. Y muy trabajador, siempre en los estudios. “Lo recuerdo muy jovencito y como un profesor que se preparaba muy bien las clases”, dice la teóloga Margarita Pintos de Cea-Naharro, que fue su alumna en la Pontificia de Comillas en 1971. Ahora preside la Asociación para el Diálogo Interrreligioso de la Comunidad de Madrid. “Lo recuerdo como muy del Concilio Vaticano II, muy abierto, con una antropología teológica muy actual, en la que el hombre es el centro”, añade Pintos.
Sobre la competencia teológica de Ladaria, plasmada en una veintena de libros, hay una asombrosa unanimidad. Pese a todo, algunos teólogos españoles, impulsados por obispos más papistas que el Papa, pensaron hace años que Ladaria rozaba la herejía en algunas cuestiones doctrinales de enjundia. “Creemos que la explicación del profesor Ladaria no logra estar conforme, aunque lo intente, con la doctrina de la Iglesia”, escribió en 1995 el teólogo José María Iraburu a propósito del libro de Ladaria Teología del pecado original y de la gracia.
Según los cazadores de herejes en España, el pecado original es “transmitido a todos por propagación, y no por imitación”. “Ésta es doctrina tenida como de fe. Por el contrario, el profesor Ladaria, jesuita, estima que no debemos afirmar que la generación sea formalmente la causa de la transmisión del pecado original. La transmisión de este pecado de origen él la entiende no en clave ontológica, sino histórica”.
Aquellas críticas han sido citadas estos días en numerosos foros. Ladaria no se da por aludido. Tampoco se creyó vigilado. “Nadie me ha mirado nunca con el ojo izquierdo, como usted me dice”. Ríe con ganas. “Fue un episodio que pasó. A mí nadie me dijo nada, ni aquí ni en España, desde el punto de vista oficial. Hubo un poco de revuelo, pero nunca me sentí mirado”.
Las tesis de Ladaria sobre el pecado original corregían, efectivamente, la teoría clásica del gran san Agustín, muy dado al tremendismo. Pero se han impuesto finalmente en Roma, plasmadas en la reciente corrección de la idea del limbo como el lugar al que iban a parar quienes morían sin uso de razón y sin haber sido bautizados; es decir, un lugar sin tormento ni gloria, pero para toda la eternidad. Los amigos de Ladaria creen que su competencia teológica también en esta materia es la razón por la que el papa Ratzinger lo quiere a su lado como policía de la recta doctrina.
“Que usted haya sido señalado como hereje, aunque sea por teólogos aislados, demuestra que el papel de vigilante de la recta doctrina exige mucho tacto. ¿No le abruma su nuevo cargo?” “Claro, tengo un poco de temor, todos los cargos son una gran responsabilidad. Me siento abrumado. Es un cargo que cambiará mi vida. Pero confiemos en Dios”, dice.
Entre los teólogos contemporáneos admirados por Luis Ladaria —cita a Yves Congar, Henri de Lubac, Karl Rahner y Hans Urs von Balthasar, nada menos—, algunos fueron molestados de mala manera por el Santo Oficio. “Siempre hay sus cosas. Pero no fueron graves”, responde. En sus memorias, Congar se lamenta amargamente. “Sí, sí. En sus cartas hay un poso de amargura, pero ahí quedan sus grandes obras”, reitera.
La confianza de Norberto Alcover, también jesuita y mallorquín, en la competencia y moderación de Ladaria es absoluta. “Pasarán por sus manos las grandes cuestiones teológicas en unos momentos en que tales cuestiones arden por estar la teología católica inmersa en una relación cada vez más intensa con la pluralidad cultural y religiosa de nuestra sociedad mundial. Sí, el suyo es un cargo con tremenda carga. Nos honrará a todos los mallorquines. No tengo la menor duda de que alcanzará la púrpura cardenalicia tras haber servido a la Santa Iglesia en espíritu y verdad”, dice Alcover.

* El Papa impone un delegado pontificio a los paulinos. Juan Pablo II toma medidas aún más duras que las aplicadas a los jesuitas

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