lunes, octubre 01, 2007

Los mensajes racistas se extienden por Suiza. Las encuestan vaticinan el triunfo de la populista UDC de Christoph Blocher en las elecciones de octubre

Los mensajes racistas se extienden por Suiza. Las encuestan vaticinan el triunfo de la populista UDC de Christoph Blocher en las elecciones de octubre.
FERNANDO PESCADOR. Bruselas | El miércoles pasado, en la Eurocámara, el eurodiputado Roger Knapman, un euroescéptico británico que milita en el grupo Independencia y Democracia de Jens-Peter Bonde y Nigel Farage, lanzó una crítica feroz al vicepresidente Franco Frattini, responsable de Derechos y Libertades en la Comisión europea, por la manera en que Europa está gestionando el problema de la inmigración. A su decir, Suiza es un ejemplo de cómo hay que hacer las cosas en esta materia, pues allí, las cuotas de inmigrantes están gestionadas directamente a nivel de cantones, en función de las necesidades locales, y no por la -según el eurodiputado- "centralista" manera de hacer las cosas en la UE.
Es obvio que el diputado perseguía, este miércoles pasado, un aislamiento mayor del Reino Unido en el nuevo Tratado de la Unión que se anuncia para esta última parte del año, a través de unos acuerdos de Schengen adaptados, lo mismo que mediante exclusiones de los compromisos comunes en materia de Justicia e Interior, pero sus argumentos parecen encontrarse un poco alejados de la realidad. El proceso que sigue Suiza en el debate sobre la inmigración es objeto de inquietud en Europa. Se han detectado allí mensajes excluyentes de una virulencia inusitada contra los inmigrantes, promovidas por formaciones políticas relevantes del país, que han motivado una advertencia del relator especial de la ONU para cuestiones de racismo y xenofobia.
Basta, para comprender el tono de la discusión, echar una mirada al cartel profusamente difundido por UDC, el partido dirigido por el carismático multimillonario Christoph Blocher, al que los sondeos auguran un triunfo estrepitoso en las próximas elecciones federales de octubre. Tres ovejas de un blanco impoluto permanecen sobre un tapiz que representa la bandera suiza. Una de ellas, desapasionadamente, expulsa a coces a una cuarta oveja, negra, que, esta sí, no pone ninguna buena cara. El mensaje es inequívoco: "Por una mayor seguridad", "Mi casa, nuestra Suiza", "Calidad Suiza".
En la Confederación Helvética, un país en donde una de cada cinco personas es de origen extranjero, las elecciones generales de este próximo octubre se están viviendo con un apasionamiento inusitado. "La campaña se asemeja a la de un país del sur, como Italia, España o Francia", dice Javier Moreno, eurodiputado socialista, miembro, como Knapman de la Comisión de Libertades de la Eurocámara, y que se ha criado en Suiza. "Hay insultos personales; la tensión resulta inusitada".
A Moreno le preocupa el personaje que lidera los sondeos, Christoph Blocher, un multimillonario consejero federal (uno de los siete que constituyen el directorio del país), miembro de la Unión Democrática de Centro en la Suiza germánica.

Preocupaciones
Blocher ganó en 1992 el referéndum contra la integración de Suiza en el Espacio Económico Europeo (EEE), que la UE construyó con lo que quedaba de la Asociación Europea de Libre Cambio, antes de la ampliación de 1995. Se manifiesta, estos días, abiertamente antieuropeo y podría asumir la presidencia del país en 2009, ya que el cargo es rotativo entre los siete miembros del Consejo Federal.
Para las elites proeuropeas de Bruselas, un interlocutor de este género al frente de la siempre difícil Suiza no resulta una perspectiva cómoda.
Blocher, como antes Haider en Austria, Le Pen en Francia, Pym Foruyn en Holanda o Filip Dewinter en la Flandes belga, exprimen hasta el tuétano la inquietud popular por el fenómeno de la inmigración. Sobre todo la que procede de los países del Este y los musulmanes. La UDC está difundiendo a lo largo y ancho de Suiza mensajes que identifican a los inmigrantes con delincuencia y violencia. Pero el analista ve crecer su incredulidad cuando constata que los datos utilizados por el partido de Blocher, denunciantes de una situación nueva, datan de 2001.
Otro tanto sucede con los pretendidos abusos de los extranjeros con el sistema de asistencia social suizo: si se descuenta la de origen yugoslavo, el resto de la inmigración, la que acomete trabajos más duros y desagradables, le hace gastar al Estado por debajo del volumen de población que representa.
El Islam preocupa también a los suizos, y el argumento es utilizado por la UDC. Los musulmanes han pasado en una década, de 1990 y 2000, de un 2,2% de la población suiza a un 4,3%., Estarían "socavando el sistema legal suizo", dice la UDC, aunque nadie sabe cómo.
La otrora tranquila república helvética ha venido a sumar sus zozobras a las del resto del continente. La UDC es, en buena medida, un partido personal, ahormado por Blocher a su imagen y semejanza. Algo parecido a la FPO de Haider o el LPF de Pim Foruyn, cuyas derivas ha sido catastróficas tras el desistimiento de sus líderes. Pero pase lo que pase en las elecciones de octubre, no cabe duda de que el mensaje xenófobo ha encontrado arraigo en la opinión pública europea. Incluso en la suiza.

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