martes, febrero 20, 2007

Amelia Varcárcel: Una filósofa en combate

Filosofía y feminismo son los pilares fundamentales de su vida. Polemista, rebelde y peleona, la filósofa Amelia Valcárcel está en contra del velo de las mujeres islámicas y defiende la laicidad como valor básico de Occidente. Reivindica una nueva ética política y su derecho a ser mala.

MALÉN AZNÁREZ El Pais 26/11/2006
Cuenta Amelia Valcárcel que cuando, en 1971, se instaló en un colegio mayor de Oviedo para estudiar la especialidad de filosofía, mientras sus compañeras tenían colgados en las paredes de las habitaciones pósters de artistas, ella tenía el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (“todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”). Todas las semanas se lo arrancaban de la pared, y ella, en un pulso con la dirección, lo volvía a colocar. Cada vez más grande. Hasta que la dirección prohibió a todo el colegio pegar carteles o papeles en las paredes… Finalmente la expulsaron del colegio. Es sólo una anécdota, pero que dice mucho del carácter peleón, ya desde jovencita, de esta madrileña y de la fuerza con que suele defender sus ideas.

Polemista, políticamente incorrecta, reivindicadora del derecho a ser mala, Amelia Valcárcel y Bernaldo de Quirós tiene las ideas muy claras, sustentadas en el buen conocimiento y uso de la filosofía, y una lengua afilada, aunque sus palabras salen envueltas en el terciopelo de una voz cálida y formas suaves. Tiene fama de ser una dialéctica peligrosa y una mujer valiente para exponer sus puntos de vista por atrevidos que sean. Véase una muestra en referencia a curas e imanes: “Señores de avanzada edad, con aficiones a llevar faldas largas de colores y muchas cosas en la cabeza, a los que no se les puede dejar juntos diciendo cosas”.
Catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED y, desde agosto, segunda mujer miembro del Consejo de Estado –tras Josefina Gómez Mendoza–, patrona del Museo del Prado y Biblioteca Nacional, y jurado de los Premios Príncipe de Asturias, Valcárcel es autora de diversos libros relacionados con filosofía y ética (Hegel y la ética, Sexo y filosofía, Del miedo a la igualdad; el último, Ética para un mundo global), además de una conocida conferenciante y articulista. Actividades tan múltiples y variadas que llevan a pensar si Valcárcel gozará del don de la ubicuidad para poder llegar a tantas cosas, o, a sus 56 años, esta filósofa, casada con filósofo y madre de otra filósofa, es lo que los estadounidenses llaman una workaholic (una adicta al trabajo).
Con el pelo recogido en un moño bajo, largas uñas pintadas de rosa, y un sobrio conjunto negro, eso sí de escote generoso, Valcárcel se mueve como pez en el agua por los decimonónicos salones del madrileño hotel Ritz, entre mullidas alfombras y teteras de plata. Posa una y otra vez, ante las peticiones de la fotógrafa, sin quejarse y con una exquisita educación, en un día que no ha sido fácil para ella. Por la mañana ha cogido un avión de Oviedo a Bilbao para tomar parte en un acto feminista; luego, otro a Madrid –un vuelo accidentado por las turbulencias– para asistir a una reunión del Patronato del Prado, visitar las obras del museo y una exposición de pintura, seguida de un cóctel, y, por último, realizar esta entrevista pasadas las ocho de la tarde. Sin duda está cansada, pero no lo aparenta.

Una actitud a la que puede que no sea ajeno el último infarto de miocardio que sufrió hace un año, cuando los médicos le descubrieron que era el tercero de su vida. Notó los síntomas en plena clase de filosofía en la Universidad de Oviedo, y, mientras el bedel avisaba a una ambulancia, Valcárcel permaneció veinte minutos sentada en la mesa manteniendo el tipo, en medio de un silencio expectante y frente a unos alumnos que se negaron a abandonarla.

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