miércoles, marzo 01, 2006

El profesor agredido por el padre de una alumna dice en el juicio que se sintió impotente

La Fiscalía de Navarra solicitó ayer una condena de 180 euros de multa. El acusado no compareció en la vista ni tampoco acudió su abogado.

PAMPLONA. El juzgado de Instrucción número 4 de Pamplona dejó ayer visto para sentencia el juicio contra el padre de una alumna del Colegio Público Mendialdea de Berriozar, A.E.M., que abofeteó a un profesor y para quien el fiscal pidió una multa de 180 euros. La acusación particular reclamó 120 euros por una falta de lesiones.

En la vista oral, a la que no acudió ni el acusado ni su abogado, el profesor Joaquín Leyún, de 52 años y que ha trabajado en este centro de Berriozar 29 de sus 31 años como docente, relató que el pasado 11 de octubre al entrar en clase observó cómo una niña, que no era alumna suya, se quedaba en las escaleras mientras el resto de escolares entraba en sus respectivas aulas. Tras invitarle a que hiciera lo mismo, la menor, de 10 años, le contestó dos veces «de malas maneras», por lo que Leyún le cogió del codo para llevarla pero ella «empezó a gritar, a decir que le hacía daño y perdió los papeles», tras lo que el profesor hizo un parte de disciplina que dio a la alumna para que lo entregara en casa.

Finalizado el incidente, Leyún fue a clase y, cinco minutos después, el conserje le comunicó que «había unos señores, un poco calientes», que querían hablar con él, por lo que bajó a la zona de entrada al colegio y allí vio a un grupo de cinco adultos, uno de los cuales era conocido por ser ex-alumno, «por lo que me tranquilicé». Sin embargo, y tras preguntar el profesor por el padre de la niña, éste dio un paso al frente, dijo que él era el padre «y que a su hija no le tocaba nadie, y me arreó dos bofetones con la mano abierta», un gesto al que Leyún no respondió más que dirigiéndose al teléfono para denunciar los hechos a la Policía Municipal y posteriormente a un centro de salud para un reconocimiento.

El denunciante explicó ayer que, «al recibir los dos golpes me sentí impotente, después sentí rabia y pena de que se produzcan esos hechos, que en nada mejoran la educación», y recordó que posteriormente sintió «un bajonazo moral», de forma que estuvo 51 días de baja tras diagnosticársele ansiedad, aunque en el juicio renunció expresamente a cualquier indemnización por daños físicos y morales.

No ejerció violencia
En cuanto al incidente con la niña, pese a que no hubo testigos, aseguró que «en absoluto» ejerció una violencia anormal contra ella, pues su gesto, que no dejó ninguna marca en la niña, se limitó a «agarrarla del brazo para acompañarla a clase», ya que «cualquier docente que observa un comportamiento inadecuado en el centro debe corregirlo», por lo que consideró que la reacción del padre «es algo que no se puede consentir».

Reconoció que, transcurrido un tiempo, por mediación del Secretariado Gitano, al ser la familia de la niña de dicha etnia, se concertó un encuentro con el padre en el que «nos dimos la mano. Pienso que reconoció los hechos porque el acto era para pedir perdón», dijo el profesor.

Su versión de los hechos fue corroborada y completada tanto por el conserje como por un empleado del colegio, quienes subrayaron el estado de alteración en el que llegó el padre de la niña y los dos golpes que le propinó sin apenas mediar palabra, así como la reacción del profesor, quien «no hizo amago de repeler la agresión».

En sus conclusiones, el ministerio fiscal, pese a recordar que sólo se juzgaban los hechos con el padre, sostuvo que si hubiera habido agresión a la hija la familia la hubiera denunciado, algo que no ha ocurrido, al tiempo que consideró que, «en todo caso, la reacción del padre no se puede admitir ni justificar».

Finalizado el juicio, Leyún dijo que se daba «por satisfecho con lo ocurrido» en el juicio, ya que su pretensión era «que este señor pidiera perdón a toda la comunidad educativa porque con su agresión no solo me causó un mal a mí, sino a toda la sociedad», aunque lamentó que el acusado «no haya venido para ratificar ese perdón que me pidió a mí, aunque de manera un poco especial».Señaló que desde hoy comenzará a trabajar en el colegio público Virgen Blanca de Huarte, al haber pedido él mismo el traslado porque «no puedo seguir en el mismo centro. No me puedo encontrar a esta persona en el centro porque a pesar de que me ha pedido perdón ha sido de una manera forzada».

Valoró asimismo, el «respaldo social importante» que a su entender ha recabado y el hecho de que su publicidad «servirá de ejemplo para otros compañeros que se verán en situaciones similares. También consideró que la administración ha tenido en su caso «una actuación tardía». EFE http://www.diariodenavarra.es/actualidad/noticia.asp?not=2006022112544757&dia=20060

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