domingo, octubre 11, 2009

La revolución de las hormonas. KARELIA VÁZQUEZ

La revolución de las hormonas. KARELIA VÁZQUEZ EL PAIS SEMANAL - 04-10-2009
Son las responsables de gran parte de los cambios en el organismo. Conozca su influencia en nuestro estado físico y anímico y su ritmo en cada etapa de la vida.
¿Estamos a merced de las hormonas? En determinados momentos de la vida parece que mandan ellas. Lo mismo nos empujan a una montaña rusa emocional que a un cambio inexorable de aspecto físico (léase ensanchamiento de la silueta en la mujer o papada en los hombres). Algunos días, las hormonas nos arrastrarán por la vida con la sensación de que todo en el mundo, sin excepciones, es injusto.No hay proceso del organismo que no esté regulado, en alguna medida, por ellas. “Bajo el concepto de hormonas se integran varias sustancias segregadas en un lugar del cuerpo por glándulas como el páncreas, el tiroides y la hipófisis, pero cuya acción va a tener lugar en otro, a veces muy lejano”, explica el doctor Francisco Tinahones, responsable del servicio de endocrinología y nutrición del hospital Clínico de Málaga. Cuando todo va bien, funcionan como una maquinaria perfecta, pero si hay una carencia o un exceso en su producción, el desajuste es inmediato. “Por ejemplo, la glándula tiroides se ocupa de que el organismo vaya a las revoluciones adecuadas. Cuando alguien sufre hipotiroidismo (bajo funcionamiento de la glándula tiroides), siempre está cansado y tiene frío. Además, puede perder pelo y aumentar de peso”, apunta el doctor. En cambio, el trastorno contrario, el hipertiroidismo, se manifiesta con nerviosismo, intolerancia al calor o pérdida de peso a pesar de que aumente el apetito. Una anarquía que se puede controlar con fármacos que reparan la carencia o el exceso de hormonas. Para las personas sanas, el baile de las hormonas tiene un ritmo diferente dependiendo de la edad. Y hay que aprender a lidiar con él.
De los 11 a los 19

En algún momento entre los ocho y los 14 años, el efecto de las hormonas hipotalámicas situadas en el cerebro marca el inicio de la pubertad. Es la revolución. Los ovarios y los testículos empiezan a segregar hormonas sexuales (sobre todo estrógeno y progesterona en las chicas y testosterona en los varones), y los cambios se suceden casi a diario, afectando tanto al aspecto físico como al estado de ánimo. Empiezan a crecer las mamas y el vello corporal. Ellas tienen su primera regla, y ellos, su primera expulsión de semen. Mientras, las emociones están a flor de piel. Lo peor de tantos cambios hormonales es que no suceden todos al mismo ritmo, por eso el adolescente es como un niño grande con necesidades contradictorias. La amígdala, el centro de todas las emociones, está en ebullición, mientras que el córtex prefrontal del cerebro, encargado del control racional, aún no ha madurado del todo. Esta descoordinación explica la impulsividad propia de esta época de la vida.

A los 30
Aunque tengan más estabilidad hormonal, para las mujeres es una época difícil. Se supone que hay un reloj biológico y que empieza la cuenta atrás. Cuando una mujer se queda embarazada, vivirá otra revolución hormonal. La segregación de progesterona (la hormona del embarazo) producirá cambios en el apetito, en el olfato y en la piel y el pelo, que durante la gestación están más relucientes que nunca. En la treintena, los estrógenos, la progesterona y la testosterona mantienen niveles predecibles, pero a partir de los 35 su actividad empieza a disminuir a un ritmo constante. Se pierde tono muscular y se acumula grasa con más rapidez, por lo que conviene aumentar el gasto calórico y practicar alguna actividad física. La piel también comienza a perder ácido hialurónico y colágeno y está menos tersa y radiante que a los 20. Unos días antes de la menstruación, a muchas mujeres les saldrá ese grano único, situado casi siempre en el mismo lugar. Los hombres, con un mapa hormonal más estable, siguen nadando en testosterona.

A partir de los 50
Los óvulos han dejado o están a punto de dejar de producir estrógenos. Su ausencia produce sofocos, palpitaciones, vértigo, alteraciones del humor, irritabilidad y malestares varios, pero, además, la mujer deja de estar protegida contra las enfermedades del corazón y, por primera vez, su riesgo de muerte cardiovascular se iguala al de los hombres. La falta de estrógenos también es responsable de que el hueso se vuelva más poroso y propenso a las fracturas. Y ya ha empezado la menopausia. En algunas mujeres con síntomas menopáusicos muy molestos se indica el uso de una terapia hormonal sustitutiva que restablece un nivel mínimo de hormonas, aunque su uso no debe prolongarse durante más de cinco años. La buena noticia es que la vida sexual mejora porque acaba la presión de un embarazo no deseado. A los hombres, las bajadas de testosterona pueden producirles una caída del deseo sexual, desánimo y tendencia a la depresión. La controversia acerca de si existe o no una menopausia masculina no parece que vaya a terminar. Los expertos salen por la calle de en medio y dicen que algunos hombres la experimentarán y otros no.

En la cuarentena
A esta edad, muchas mujeres entran en la perimenopausia, una fase de tránsito que origina un descenso brusco de los estrógenos y la progesterona. A partir de los 45, la irregularidad hormonal puede producir insomnio, sofocos, falta de energía y menos deseo sexual. Por su parte, los depósitos grasos se concentran en el vientre y las caderas. Para los hombres, la cuarentena también supone un cambio en las hormonas sexuales. El descenso de la progesterona produce la disminución de la función testicular y del volumen de eyaculación y de líquido seminal. Además, los varones notan una pérdida de masa muscular causada por una menor producción de la hormona del crecimiento, un aumento del colesterol y cierta tendencia al sobrepeso. También empiezan a perder pelo, pero la calvicie es una cuestión más de genética que de hormonas, según explica el doctor Tinahones.

Veinteañeros
El mapa hormonal se ha estabilizado, y se ha superado, con mayor o menor fortuna, la revolución adolescente. A esta edad, las hormonas sexuales de la mujer se mantienen estables, con los cambios propios del ciclo menstrual, y los chicos mantienen una secreción constante de testosterona. La masa muscular es alta y las arterias son flexibles. Según explica el doctor Tinahones, a esta edad, el síndrome premenstrual y los dolores menstruales son unos de los motivos más frecuentes de consulta médica. Es una época de mucha energía y de una libido acelerada, pero los cambios de humor son menos severos. También comienzan las relaciones de pareja más estables, siendo la píldora el método anticonceptivo más extendido. Dicho método inhibe y a veces imita la acción de algunas hormonas. Debe ser prescrito por un médico, previo análisis del mapa hormonal.

Diferencias entre deseo y sexo. La testosterona es un afrodisíaco pero tiene escaso impacto sobre la actividad sexual Nueva York EL PAÍS - Sociedad - 29-10-1988

DANIEL GOLEMAN, La hormona sexual denominada testosterona es un auténtico afrodisiaco que estimula el deseo sexual en hombres, y quizá en mujeres, como se ha demostrado recientemente. Pero el nivel de testosterona que fluye por el cuerpo humano tiene escaso impacto sobre la actividad sexual. En efecto, a través de estos estudios se ha descubierto una clara distinción entre los componentes químicos del deseo y los del acto sexual en sí mismo. El descubrimiento de la función de la testosterona en la vida erótica forma parte de una serie de hallazgos recientes de laboratorio a medida que el deseo sexual,- un impulso escurridizo y a la vez irresistible, abre sus secretos a la fría mirada de la ciencia. Aunque durante décadas se han realizado detallados estudios científicos de la psicologia y anatomía de la actividad sexual, sólo en los últimos años se ha centrado la investigación en el deseo, precursor del acto sexual. Los nuevos estudios realizados para ayudar al trata miento de individuos y parejas que padecen una falta de impulsos eróticos se centran en lo componentes químicos del de seo, tanto biológicos como emocionales."El deseo sexual es una par te de la vida extraordinariamente complicada, con un abanico enorme de diferencias", dice Harold Lief, profesor honorario de psiquiatría en la universidad de Pensilvania y pionero en la identificación y trata miento de los problemas del deseo. "A los estudiantes universitarios se les pide que pulsen un contador de muñeca cada vez que tienen un pensamiento, fantasía o sentimiento sexual, y de este modo se les pude contabilizar más de 300 deseos diaríos, mientras otra gente se queja de que cara vez o nunca tienen un deseo sexual", añade Lief.
La investigación se centra en dos tipos de problemas: uno afecta a personas que generalmente no sienten impulso sexual, debido quizá a desequilibrios hormonales o problemas psicológicos; el segundo se centra en las interacciones psicológicas y emocionales de las parejas, que pueden destruir el deseo en gente que tendría fuertes impulsos sexuales en otras situaciones.
Las nuevas investigaciones se han iniciado al darse cuenta los sexólogos de que muchos pacientes que estaban siendo tratados por dificultades con los mecanismos de la actividad sexual, tales como impotencia o incapacidad de llegar al orgasmo, en realidad sufrían una falta subyacente de deseo sexual.
"El deseo y el acto sexual son dos procesos completamente diferentes; cada uno está influido por distintos factores", dice Gayle Beck, psicólogo de la universidad de Houston.
Actualmente, las quejas más corrientes de los pacientes que acuden a consultas de sexólogos están relacionados con el deseo sexual, a pesar de que el diagnóstico se estableció oficialmente hace sólo 10 años.
Rasgos masculinos
En una encuesta realizada recientemente a 289 sexólogos, se descubrió que la queja más corriente del 31% de parejas que acudía a la terapia sexual era la discrepancia en su deseo sexuaI. A continuación venía un 28% de pacientes preocupados por el exceso o por la ausencia de deseo sexual.
Gran parte de la nueva in ve stigación se centra en la bioquímica del deseo y, en especial, en la función de las hormonas, sobre todo la testosterona A ésta la califica con frecuencia de hormona sexual masculina porque predomina más en los hombres, aunque su cantidad fluctúa en los individuos con el tiempo, y desempeña un papel clave en el desarrollo de rasgos masculinos. Pero también se encuentra en menores cantidades en las mujeres en las cuales los niveles fluctúan a lo largo del ciclo menstrual.
Los recientes estudios muestran que uno de sus principales efectos se producen sobre el deseo y que prácticamente no desempeña ninguna función en el acto sexual en sí mismo, contrariamente a lo que se creía antes.
Según un estudio realizado entre hobres con niveles extremadamente bajos de deseo a consecuencia de la escasa actividad de las gónadas, la testosterona aumentó la frecuencia de sus fantasías" sexuales y recuperó su deseo sexual. Pero la hormona no tuvo ningún efecto sobre mecanismos del acto sexual, como la erección al contemplar películas eróticas o al tener fantasías sexuales.
A través de este estudio y de otros con resultados parecidos, se ha llegado a la conclusión de que la testosterona regula el deseo sexual. La nueva línea de investigación, realizada por el fisiólogo Julian Davidson y un equipo de la universidad de Stanford, se publicó este año en Guilford Press con el título Palterns of sexual aurousal.
Fase media
Según Davidson, "ahora queda claro que la testosterona es el sustrato biológico del deseo, al menos en los hombres". En lo que ya no hay tanto acuerdo es en la relación entre testosterona y deseo en las mujeres.
La investigación realizada por Lief, al igual que otras, ha descubierto que muchas mujeres alcanzan su máximo deseo sexual en la fase media del período menstrual, que es cuando los niveles de testosterona están más elevados. Pero otros investigadores no han podido confirmar este descubrimiento.
Según Lief, aunque no es seguro que los niveles normales de testosterona regulen el deseo en las mujeres, ahora se utilizan dosis mayores de las que normalmente se encuentran en el organismo para tratar la pérdida de deseo en algunas mujeres que han sobrepasado la menopausia o que han sufrido la extirpación de ovarios.

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